He decidit recrear la història de la noia lituana que el 1921 va perdre el
seu fill als carrers de Filadelfia i va ser ingressada 48 anys a l’hospital
psiquiàtric interpretant com a bogeria els mots que deia i els crits de desesperació que
emitia… fins que una infermera lituana va poder comprendre l’idioma.- Citat per
la Montserrat Roig en referència a una història de Gregorio Salvador.
Vol ser un homenatge a totes les
persones valentes que arriben a Casa Nostra buscant un món millor.
La
Dama desconocida
Sentada
en el banco más cercano a los columpios infantiles, esperando la llegada de los
niños, pasa parsimoniosamente sus largas y huesudas manos por la falda para
estirar las capas multicolores… Después, mirándose en el pequeño espejo, arregla
el cabello blanquísimo que sale bajo el gorro marrón de aviador y retoca el
color de sus labios con una barra de carmín, de un rojo intenso...
Los
primeros días en un parque nuevo los niños se agolpan a su alrededor, miran aquella
vieja maleta verde dentro del desvencijado carro de supermercado, la jaula de
barrotes de madera que cuelga junto con un gran paraguas negro e innumerables
bolsas… Cuando se familiarizan con ella, le sonríen al llegar y rápidamente la
olvidan concentrados en sus juegos infantiles. No despierta ningún miedo porque
su rostro no pierde la expresión tierna y dulce ni cuando las arrugas se marcan
como surcos al concentrar la mirada, un poco miope, en los niños.
Desde
hace dos meses viene al Parque Fairmount y ya sabe todos sus nombres.
Si una
mamá se dirige a su hijo amenazadora, ruda, enojada, se acerca solícita, con
una sonrisa y una de las flores de papel que ella misma construye, diciendo con
su extraño acento: ¡Señora, es una
criatura! La mamá le sonríe tímidamente, tal vez movida por la sorpresa,
olvidando el motivo del enfado con el niño… Era un tema de conversación con las
otras mamás… Pero no siempre era así, y la mamá se enfrentaba y chillaba a la “Dama desconocida”, llamando la atención
de algún agente que pasaba por allí… Entonces tenía que cambiar de parque,
porque las miradas de animadversión de las mamás le impedían concentrarse en
los niños.
Después
de los 48 años que pasó en “la casa” (namu, le decía ella) pasaba el día
pendiente, casi obsesivamente, de los niños, bebés (Kudikis). Hasta entonces, solo
los había visto ocasionalmente en aquella gran caja de televisión que instalaron
en el salón en los últimos años. Ahora se había reactivado su instinto materno y
buscaba los ojos de su bebé en cada niño que veía, sin pensar que ahora “su bebé” tendría 49 años…
En una
ocasión se ocupó de un pequeño extraviado en el metro… Lo tranquilizó sentada a
su lado, cantándole una antigua canción mientras le acariciaba su mano… Cuando
el guarda de seguridad la sorprendió, no pudo explicar que estaba ayudando al
niño, ¡y por poco se la vuelven a llevar a la fuerza! Pero esta vez no lo
permitió.
Nunca se
paró a imaginar cómo sería “el encuentro” y no estaba preparada para chocar con
aquel niño de unos 4 años. Su corazón empezó a galopar tan intensamente que
tuvo que recostarse y cerrar sus ojos para evitar desplomarse. Cuando recobró
la tranquilidad observó cómo el chiquitín marchaba de la mano de una señora
calle arriba.
La noche
se hizo eterna esperando el nuevo día, la impaciencia la consumía. Los vecinos,
que habitualmente la saludaban, le daban fruta, respondían amablemente a su
saludo… se sorprendían al verla ensimismada, como ausente y circunspecta…
Esperó la
llegada de AQUEL NIÑO, impaciente... Lo vio llegar acompañado de un hombre QUE
TENÍA LOS MISMOS OJOS. Su corazón no encontraba espacio dentro de su pecho,
sentía como aporreaba, desbocado; su cabeza, a punto de explotar: no comprendía
nada. Aquel hombre tenía rasgos de su padre… de su suegro… ¿Qué sucedía?
Sin saber
cómo, el niño se alejó y el padre le reprendió airado, con una expresión dura en la mirada. Desconcertada y
asustada se giró abatida hacia su carro y marchó escondiendo las lágrimas que se
deslizaban por sus mejillas. Se alejó, desorientada, buscando un lugar donde
descansar y donde poner en orden sus ideas…
Us he deixat pistes, però he
decidit que el final (o finals) els poseu vosaltres:
Abatuda, finalmente es deixa
vèncer…? Tornà i s’enfrontà ulls amb ulls…? On us porta la vostra imaginación?…
Magda Pola
Trobada literària (Alumnes
tallers d’escriptura de la Raquel Pícolo)
Biblioteca Ernest Lluc - Vilassar
de Mar - 18/4/2015 -