Blog col·laboratiu

Aquest blog aplega alguns dels escrits fets pels participants en els tallers d'escriptura de la Raquel Picolo.
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dilluns, 9 d’octubre del 2017

SOY MIGRACIÓN

Desde el momento en que pisé el consulado español en Buenos Aires para tramitar mi baja, sentí que iniciaba el mayor reto de mi vida: salir de mi burbuja aburguesada y cómoda, donde tenía todo resuelto, para emprender una aventura incierta. En lo personal, era un renacer; en lo social, un salto al vacío; en lo económico, casi un suicidio; en lo urbano, un nuevo entorno, un nuevo hogar. Comenzaba a transitar un camino vital hacia alguna parte, desde un destino elegido: Barcelona.

Solo la fe en mi propia energía me llevaba como un motor a tirar para adelante. Sin ser consciente estaba poniéndome a prueba. Un nuevo paradigma nacía y se abría ante mis ojos a miles de kilómetros.  

Todo era familiar a nuestra vida de hijos de inmigrantes en Buenos Aires, una mezcla de argentinidad con la herencia de costumbres catalanas y sabores mallorquines de mis abuelos. Pero absolutamente todo era sustancialmente diferente. 

Llegaba con pasos de barro, movedizos, donde no había un solo punto de apoyo. Todo era un construir sobre movimientos sísmicos de trabajo y aventuras. Eran tantos los estímulos, retos y emociones, que no se pueden ordenar ni aún hoy a la distancia. Se esfumaban ante mis días mis círculos de pertenencia, de menor a mayor intimidad, y comenzaba a construir una nueva pequeña sociedad propia, con desconocidos surgidos de mis días.  

Con la responsabilidad bien asumida de estar lanzando 36 años plenos de logros y bienestar al aire como una equilibrista, comenzaba una vida más propia, elegida, cosmopolita, de retos y esfuerzos nuevos, de pruebas y frustraciones, de algunos menosprecios y de cálidas simpatías, de choques culturales y semejanzas ancestrales. Nosotros que elegimos emigrar, salimos de una zona de confort hacia una aventura de crecimiento personal, vivimos innumerables retos imperceptibles que muchos no pueden ni imaginar y otros inconmensurables que algunos no podrían soportar. No fue fácil, aún hoy no es fácil. Pero quién esperaba que fuera fácil? 

A veces me pregunto qué me quise probar, qué quise explorar, qué hago aquí. Y la respuesta es que he elegido vivir aquí. Esta es mi vida actual, aquí es donde vivo mis días, donde me he instalado, a donde llegué con lo poco o mucho que retrocedí o avancé en mi vida. Bueno o malo, brillante o doloroso, decepcionante o inspirador, habiendo vivido experiencias sublimes y otras de bajas pasiones, soy lo que soy hoy, más allá de mi ciudad natal, más allá de mi ciudad actual. Definitivamente ya no soy de allí, me siento de aquí, aunque alguno no lo considere así. Pero lo soy. Tal vez más aún que otros por haberlo elegido. En definitiva, solo estoy aquí, ni allí, ni en un futuro incierto. 

Mi experiencia vital, como la de todos, por instantes es fantástica, de conocimiento, de culturas diferentes, de crecimiento, de logros, de expansión; y otras veces, sabe a tragos amargos, sabe a fracaso, a retroceso, a no haber construido mi hogar con todo lo que ello implique. Aunque no haya salido como un cuento de hadas, que no lo pretendía, es la vida más auténtica que pude lograr de mis días. 

En el fondo yo soy lo que he crecido en este viaje migratorio. Ya no soy la que era yo, ya no soy aquellos, pero tampoco soy puramente nosotros. Soy migración, soy América, soy Europa, soy Argentina, soy Cataluña. Soy retornada a tierras de añoranza. Ahora sí que puedo confirmar todo lo que valía aquella melancolía que me transmitieron mi padre y mis abuelos. Y eso me da cierto arraigo que les honro y agradezco. Aunque ya no es la tierra aquella, ya no es la de ellos, es una diferente y muy mía, con el matiz de que tal vez nunca lograré que sea totalmente mía. 

Es extraño, nada vuelve a ser claro después de migrar, nada es lo que era, cuando se deja atrás. Solo puedo afirmar que nosotros, los emigrados, que teníamos en el haber más que ahora, somos mucho más que nosotros, habiendo perdido demasiado y ganado tanto más.

Cómo saber si la experiencia valió la pena?  Nunca lo sabremos. Solo los que hemos emigrado por elección podemos entender la dimensión de nuestro viaje a Ítaca. Cuando lleguemos a destino, habremos tenido el privilegio de saborear y sufrir todas las Ítacas que nos permitieron crecer y ser quienes somos. 
 Alejandra Campos 
Barcelona

7 de Octubre 2017

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