Blog col·laboratiu

Aquest blog aplega alguns dels escrits fets pels participants en els tallers d'escriptura de la Raquel Picolo.
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diumenge, 29 d’abril del 2018

EL PASEO DE LOS AVELLANOS - Magda Pola


Aquest text neix d’un exercici d’un taller d’escriptura de la Raquel Pícolo, al Pirineu.

Com que celebrem St. Jordi, aquesta narració té espines a la rosa i dracs que fereixen persones

El Paseo de los avellanos.
Desde el pueblecito de Farrera hemos descendido a la ermita románica de Alendo para sentir la naturaleza, individualmente, tu a tu.
Resultó fácil; con la ayuda de la cámara me detengo en rincones, árboles, perspectivas, juegos de luces… tanto me detengo, que me pierdo del grupo. Con las fotografías revivo la experiencia fugaz de los lugares visitados.
Así pues, me dejé seducir, fundiéndome con el entorno que me rodeaba.

Me llamaron los sonidos: el leve roce de las hojas mecidas por el viento; el crujir de las hojas secas, de las semillas, de los frutos bajo las pisadas; el cantarín de los riachuelos bajando por las empinadas montañas… El canto de los pájaros, el zumbido de los insectos… Toda una sinfonía contrapuesta al silencio absoluto de la noche, en la antigua casa de Escaló.

Al escribir este texto a partir de las notas de aquel ejercicio, advierto que no recogí los olores; tal vez porque la primera siega estaba lejos y la segunda no llegaría; tal vez porque los árboles no estaban en flor; tal vez porque el ganado estaba en los puertos... ¡O tal vez, porque, rebosada, no fui capaz de percibirlos!

A lo largo del camino, tras una pronunciada curva o un gran árbol… asomaba un pueblecito colgado de las inmensas montañas. El camino franqueado de avellanos, asfaltado de hormigón, me hacía pensar que, a pesar del espectacular día otoñal que disfrutábamos, pronto llegaría el crudo y largo invierno. Pensé en la lenta pero inexorable despoblación. En las casas cerradas, vacías, que el paso del tiempo va saqueando.

Casi inevitablemente, gajes del oficio, recordé a las personas que no tienen techo por desahucios, guerras, pobreza y mil durezas de la vida… Tantos sueños rasgados, tanta incertidumbre, tanta desesperación…

Las bandadas de golondrinas, cada primavera, sobrevuelan confundidas personas sin casa / casas sin personas…
Como dice John Berger (*) en su poema “Fábrica”:
frío es el dolor de creer / que el calor no regresará nunca

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